miércoles, 2 de julio de 2008

Tal día como hoy....






Rousseau, Jean Jacques (1712-1778)

Filósofo y escritor suizo, de lengua francesa, nacido en Ginebra en 1712, y muerto en Ermenonville (Oise-Francia) el 2 de julio de 1778. Por su apego al sentimiento y a la naturaleza, es considerado uno de los precursores del Romanticismo. Su pensamiento ejerció fuerte influencia sobre los ideales de la revolución francesa y en favor de la expansión de las ideas democráticas.

En 1762, la publicación de El contrato social fue causa de su expulsión de Francia, refugiándose en Neuchatel. Uno de los temas fundamentales de la obra es la soberanía ( tema fundamental de la filosofía occidental de la modernidad). Para el autor soberanía es sinónimo de voluntad general, en tanto que sólo la voluntad general del pueblo puede constituirse en ley. Esta es indivisible y no puede ser representada. Por lo tanto la soberanía radica en el todo (el pueblo en su totalidad), no puede dividirse en partes (como los poderes) y menos todavía ser representada por un parlamento electo (porque de esta manera el hombre sería libre solo cuando elige a sus representantes legisladores, pero después volvería a ser esclavo). Soberanía y Estado son términos inseparables, en tanto que el Estado se mantiene en el poder soberano. De esta manera para Rousseau el principio fundante del Estado Moderno debería ser netamente democrático, ya que el poder soberano solo es tal, cuando es la expresión de la voluntad general de todos los ciudadanos de un Estado. La voluntad general del pueblo es el denominador común de todas las voluntades particulares. Esto suena algo utópico, pero el autor contesta diciendo que si entre un grupo de hombres no hubiera ningun interés común a todos, que los pueda unir, seria imposible pensar en la sociedad civil y menos en un contrato social fundante de un Estado.

Sólo en un Estado fundado en un principio democrático, donde el poder soberano es la voluntad general de todos, el hombre puede ser realmente libre. Porque el hombre de esta manera sólo se somete a la ley que él mismo se dicta. Ni en el Estado de Naturaleza (donde está atado a sus necesidades) ni en otro tipo de Estado puede llegar a serlo realmente.

Pero no hay que confundir este principio fundante del Estado (a saber que solo la votación de todos puede crear ley) con el régimen o forma de gobierno. Una cosa es la forma de Estado y otra su régimen político.

¿Y 300 años después a donde hemos llegado?....

1 comentario:

merlin dijo...

DISCURSO

Decipimur specie recti

¿Ha contribuido el restablecimiento de las ciencias y de las artes a depurar o a corromper las
costumbres?

He aquí el objeto del análisis.

¿Qué partido debo tomar en esta cuestión?

Señores,
el que corresponde a un hombre honrado que no sabe nada y que no se considera inferior por ello.

Presiento que será difícil pronunciar un discurso apropiado al tribunal ante el cual
comparezco.

¿Cómo atreverse a censurar las ciencias ante una de las más sabias asociaciones de Europa, alabar la ignorancia en el seno de una Academia célebre y conciliar el desprecio al
estudio con el respeto a los verdaderos sabios?

Soy consciente de estas contrariedades; y no me
han hecho flaquear. No maltrato a la ciencia, me he dicho; defiendo la virtud ante hombres
virtuosos. La probidad es más apreciada por las personas de bien que la erudición por los
doctos. Entonces, ¿qué tengo que temer? ¿Las luces de la Asamblea que me escucha? Lo
confieso; pero es por culpa de la composición del discurso y no a causa del sentimiento del
orador. Los soberanos justos nunca han vacilado en condenarse a ellos mismos a raíz dediscusiones dudosas; y la posición más ventajosa para el derecho es la que consiste en tener
que defenderse contra una parte íntegra e ilustrada, juez de su propia causa.
A este motivo que me anima se une otro que me decide: después de haber sostenido, según
mi luz natural, el partido de la verdad, sea cual sea el éxito que obtenga existe un premio que
no me puede faltar: lo encontraré en el fondo de mi corazón.
PARTE PRIMERA
Grande y bello espectáculo es ver al hombre salir de alguna manera de la nada por sus
propios recursos; con las luces de su razón disipar las tinieblas en las que la naturleza le había
envuelto; elevarse por encima de sí mismo; gracias a su espíritu lanzarse hacia las regiones
celestes; tal como hace el sol, recorrer con pasos de gigante la vasta extensión del universo; y,
lo que es aún más grande y más difícil, concentrarse en sí mismo para estudiar al hombre y
conocer su naturaleza, sus deberes y su razón de ser. Todas estas maravillas se han vuelto a
producir en las últimas generaciones.
Europa había recaído en la barbarie de los primeros tiempos. Los pueblos de esta parte del
mundo, hoy tan ilustrada, vivían hace algunos siglos en un estado peor que la ignorancia. No se
muy bien qué clase de jerga científica, más despreciable aún que la ignorancia, había usurpado
el nombre a la sabiduría y para impedir su vuelta le ponía obstáculos casi insalvables. Se necesitaba
una revolución para volver a encauzar al hombre hacia el sentido común; finalmente
vino por donde menos se la esperaba. Fue el estúpido Musulmán, fue el eterno azote de las
letras el que las hizo renacer entre nosotros. La caída del trono de Constantino llevó a Italia los
escombros de la antigua Grecia. Francia se enriqueció a su vez con estos preciados despojos.
Pronto las ciencias sucedieron a las letras; al arte de escribir se unió el arte de pensar;gradación que parece rara y que quizá es demasiado natural; y se empezó a comprender la
principal ventaja del comercio con las Musas, a saber, que hace a los hombres más sociables al
inspirarles el deseo de complacerse mutuamente con obras dignas de su aprobación.


Continuará....